BOYACA Y LA ENCRUCIJADA DE LA CIVILIZACIÓN
Nada
ha sucedido como se esperaba, o se decía esperar esa es la suerte que nos
condena, quizá sea la lógica de la propia incertidumbre o el fracaso del modelo
desarrollista que hace sesenta y siete años con la construcción de Acerías Paz del Río
nos vendió a los boyacenses el sueño europeo, el paso de la agricultura a la
industria, camino para alcanzar la civilización. En octubre de 1954 iniciaba labores la
empresa acerías paz del rio, que con su técnica y maquinaria llegaba a cambiar
nuestro destino. El propio Fals Borda afirmaría
“Más un buen día, cuando se
descubrió hierro en la montaña, el Departamento pareció sacudirse de su
letargo, y al fin cayó en cuenta de su atraso: Boyacá se ha colocado
actualmente en la encrucijada de la civilización. De pronto, sin previa
preparación, la mayor industria de Colombia, las Acerías Paz del Rio, empieza a
crecer en su seno”.
Para
la naciente sociología colombiana este era el escenario privilegiado a la luz
de los marcos teóricos dominantes. Enfrentar el desafío de estudiar una
sociedad en transición, de una presente etapa rural, marcada por solidaridades
mecánicas a una más compleja con solidaridades orgánicas. El maestro Fals Borda asume la tarea en un
departamento donde “el depender del
suelo para vivir parece que ha sido el cemento que ha mantenido incólume la
estructura social” y agregaba ““ahora al borde de una revolución industrial,
Boyacá está experimentando mutaciones en la base social, quizás por primera vez
durante los últimos cuatrocientos años”
Como
entretejiendo caminos en esta misma época el más grande escritor colombiano,
Gabriel Garcia Márquez, de igual manera atrapado por la “magia y el milagro” será
también testigo de la “hermosa locura” que invadía a los boyacenses. Gabo un
novato reportero de 27 años, realiza una
crónica, en octubre de 1954, para el periódico el “espectador” sobre Belencito. Asombrado ante la industria que convierte
naturaleza en desarrollo escribió alrededor de los vertiginosos cambios de la
siderúrgica sobre un pueblo y
departamento eminentemente rural y campesino.
La
siderúrgica está a cinco días de su inauguración, cuando Gabo escribe la
crónica y Belencito es “una ciudad moderna, ruidosa y confuso
cosmopolitismo”, donde sin lugar a dudas los boyacenses construiríamos un nuevo
amanecer, en un departamento dormido en el campo para abrir paso al progreso;
el propio Garcia Marquez afirma en la crónica que Sogamoso “en poco
tiempo...será un gran mercado de cosas de hierro y acero, desde alfileres hasta
locomotoras”. Todo cambiará, con la certeza que lo que ocurrirá será mejor.
Belencito,
en un “confuso cosmopolitismo”, donde predominan Franceses y Mexicanos, en su
mayoría ingenieros, es epicentro del encuentro de un conjunto de
subjetividades, culturas e idiomas. Gabo a través de los galos hace una
descripción de ese encuentro de dos mundos, tan lejanos pero que acercaba
Belencito con su frenesí de maquinarias pesadas e ingeniería de frontera,
transformando a su paso esa cultura
campesina anidada en los boyacenses.
No hay
duda son años de un sueño, como los muchos que hemos construido, donde la
convicción de un mejor mañana nunca permitió la reflexión serena de lo que
caminábamos. El propio Fals Borda advierte “No significa esto descontar la
fuerza de las tradiciones que aferran al boyacense a su pasado; ellas continúan
en dramática competencia con las nuevas formas, aunque parece que en esta
avalancha lleva todas las de perder” y agrega “es casi ineludible que los
problemas que surgen de la ecuación hombre-tierra se conviertan para Colombia
en la enfermedad social del siglo”.
Hoy
cuando retumban las voces de protesta de los “sumisos” campesinos boyacense, y
de los trabajadores del sector siderúrgico,
pensamos que la primavera boyacense
es solo la expresión de un acumulado de fracasos donde nadie escapa de
responsabilidad.
La
promesa de un Boyacá industrial no dejó de ser otra ficción, acerías, sin negar
aportes sociales; económicamente es otro fantasma sin reposo. Acerías Paz del
Río hasta hoy nunca ha tenido paz, desde sus inicios la misión Currie se opuso
a la construcción de la siderúrgica por la localización de la planta propuesta, por una
parte, y la pequeñez del mercado, por otra, “hacen prematuro y no aconsejable
en este momento la construcción de cualquiera de los dos proyectos de planta
integral de acero en Belencito”; propuso en su reemplazo una planta de
tratado de chatarra en la costa Atlántica, dada su posición geográfica. Años
más tarde el exministro de Hacienda Eduardo Wiesner, en un análisis sobre los orígenes de Paz del
Río, publicado en 1963 afirmó: “En un país eminentemente político, una
decisión, que afectaba directamente a un departamento primordialmente político,
causó, naturalmente, gran agitación política. Así, el nacionalismo, el
regionalismo y la política partidista entraron a ser factores determinantes,
llegando finalmente a competir en importancia con los mismos factores
económicos”.
Durante
los 10 primeros años, la operación de la planta de Paz del Río fue un desastre, evidenciando que el país no
podía dar el salto a la revolución industrial abreviando etapas tecnológicas
mediante decretos oficiales. El modelo
de sustitución de importaciones y a la sombra del Estado, con altibajos, será
testigo de los logros de la Empresa pero los vientos librecambistas expondrán a
una vulnerable siderúrgica a las lógicas del mercado donde hasta hoy no se ha
levantado. En
julio del año 1998, el Sindicato Antioqueño, su principal accionista decidió
regalar las acciones que tenía en la empresa y de esa manera hizo accionista
mayoritario al departamento de Boyacá, primero a través de la incubadora de
empresa Productividad y luego al Instituto de Desarrollo Infiboy.
La decisión del
conglomerado antioqueño no es un acto de filantropía sino parte de la
racionalidad económica y de la realidad de la empresa. Durante los años
2006-2007 se va registrar un aumento de los precios del acero, lo que conducirá
a su venta a un conglomerado brasileño en el año 2007. Una oleada de riqueza
pasajera y las promesas de renovación tecnológica evocaron el Belencito de
Gabo, pues la compañía adquirió las acciones a los trabajadores y pensionados “Desde
que los aproximadamente 4.400 trabajadores y pensionados de Acerías Paz del Río
que recibieron en total 702.000 millones de pesos, Sogamoso se inundó de plata
en efectivo y la prueba reina de esta bonanza son los carros nuevos, pero
también los usados que han llegado a las calles de una ciudad en la que los
trancones comienzan a ser moneda corriente”, revista semana. 159.545 millones recibió
cada pensionado y trabajador.
La empresa afirma
que en el 2013 registró pérdidas 232.699 millones y los trabajadores reclaman
la renovación tecnológica prometida. Continuamos esperando la segunda
oportunidad sobre la tierra y el Sogamoso que soñó Gabo donde “en
poco tiempo...será un gran mercado de cosas de hierro y acero, desde alfileres
hasta locomotoras”.
Pero
si estas estirpes no han tenido sosiego los campesinos menos. Sobre sus espaldas lleva los males de un país
agudizado por el histórico menosprecio, pues estigmatizado siempre fue relegado
al polo del atraso y lo tradicional. La exaltación de lo citadino como sinónimo
de progreso y modernidad solo contribuyó a alimentar la creencia que sobre
ellos recaía la culpa del subdesarrollo. Hoy, que la ruana es propuesta como
símbolo nacional y hasta algunos han propuesto un lugar en el escudo nacional,
nos preguntamos donde cabe tanta hipocresía y oportunismo, en ocasiones, en
este país.
La falacia de un mundo mejor en la ciudad
conllevó a concentrar los esfuerzos en las urbes conduciendo al olvido del
sector rural y condenando al campesino a la indignidad como se evidencia en los
campos boyacenses. Esta fue la gran preocupación de Fals Borda a través del
hombre y la tierra en Boyacá “la meta principal de la reforma agraria debe ser
el bienestar socio-económico que viene con el aumento parsimonioso de la
producción, y la superación física y cultural del hombre del campo como
elemento indispensable para la prosperidad nacional”
Aquí hay un presente de rabia acumulado por
años de olvido y de lo que se trata es de replantear el rumbo. Permítanme hacer
una serie de consideraciones para evidencias la situación, a través de dos
variables que abordo en el libro: pobreza y despoblamiento. Según datos de Fals
Borda, en 1954 Boyacá era el departamento más analfabeta de Colombia y
el más atrasado en asuntos de vivienda y servicios públicos, pues las viviendas
en un 99,7% no contaban con baño, 99,4% sin agua y el 99,6 sin luz. Saben Ustedes que en el 2002
el 67.2% de los boyacenses vivía bajo la línea de pobreza mientras el promedio
nacional de pobreza era de 49.7%, lo que significa que nuestra pobreza era
superior en 17.2 puntos porcentuales a la del país. La extrema pobreza alcanzaba la indignante cifra de 39.2%, es
decir 487,762 habitantes coexistían en
la miseria. El promedio nacional registraba el 17,7% y ocupábamos el último
lugar dentro del escenario nacional. De igual manera era el departamento más
desigual en el ingreso de acuerdo al coeficiente GINI, con el 0.595. Hoy la pandemia borró años en la superación de la pobreza.
Otra manifestación aguda de los problemas del sector rural es el despoblamiento boyacense; por ejemplo si comparamos el periodo intercensal 1985- 2015, de los departamentos de Nariño y Boyacá, similares por sus características, en el primero (Nariño) el 38% de los municipios la población disminuyó, mientras el segundo (Boyacá) alcanzó el 67%, es decir 82 municipios del departamento perdieron población. 179.726 Boyacense migrarán de 1985 a 2020, siendo con Caldas los dos departamentos con mayor tasa de migración. Desde luego que no solo son causas económicas las que marcan el desplazamiento, sin lugar a dudas tenemos un departamento con una rica tradición de migratoria desde comienzos del siglo, como las registradas hacia Caldas y Tolima, en los años 30 causa de la violencia o las oleadas migratorias Bogotá donde confluyen los más diversos factores. En un documento que remitimos a los actuales mandatarios, como aporte en la construcción de sus planes de desarrollo les recordábamos que entre el 2012-2015, en Colombia la población crecerá en el 3.46%, mientras Boyacá solo lo hará en el 0.414%. Para el periodo 2012-2015, tendremos 15.216 jóvenes menos, es decir población de 0 a 26 años. Por el contrario, en este mismo periodo, crecerá la población mayor de 60 años en 10.738 habitantes.
El panorama es complejo, dados los problemas, entre otros, de tenencia de la tierra, paradójicamente en
Boyacá no es concentración sino minifundio, rezago tecnológico y la violencia
interdependiente con el despojo. Son problemas estructurales donde es necesario
un esfuerzo colectivo e integral y que requieren de medidas de corto y largo
plazo. Por ello la importancia de un proceso de paz que ponga fin a esta
historia de conflicto armado, el cual ha tenido como escenario principal el
campo. Una Colombia en paz tendrá como
principal beneficiado al campesino, desde luego si estamos a la altura para
asumir el desafío, lo cual conlleva a ese compromiso social y académico que
pregonó Fals Borda. El sociólogo afirmo, en el libro el hobre y la tierra en
Boyacá, “Es posible que, con el retorno a la paz, aquellas
relaciones que emergen de las relaciones que existen entre el colombiano y su
tierra vuelvan a ocupar, sin mimetismos, el primer plano”
Nuestro pecado es convertirlo todo en polémica como justificando
nuestra inercia, vivimos más de la pasión que despierta una ruana que de un
ejercicio de lo que queremos como nación.