POR: JACINTO PINEDA JIMÉNEZ, COORDINADOR ACADÉMICO ESAP BOYACÁ- CASANARE
Desde curas que se negaron a bautizar hijos de liberales hasta “hermanas” que excluyen de la prédica a discapacitados van las historias de discriminaciones en nombre de Dios. El debate al movimiento MIRA, en pleno proceso electoral, no deja ser otro episodio de las conflictivas relaciones de la triada política – religión y exclusiones, recurrentes en la historia de Colombia. Vamos al pasado, Monseñor Builes, obispo de Santa Rosa de Osos, conocido por su aversión a los liberales pregonaba “Para que veáis que no se puede ser liberal y católico a la vez”. En 1949 advertía “el liberalismo es de izquierdas”, “el liberalismo es socialista”, “el liberalismo es comunista” y “el liberalismo es anticristiano”.
El activismo de la Iglesia católica a favor del partido conservador indudablemente estuvo relacionado con la violencia bipartidista. Las pasiones y odios que enardecieron y retumbaron desde los púlpitos solo contribuyeron a atizar el conflicto en Colombia. Los liberales fueron discriminados, pues sobre su bandera roja pesaba el estigma de ateos, y ello fue suficiente para justificar más de un crimen. Boyacá y Tolima vivieron con mayor rigor la violencia bipartidista alimentada por esa mezcla de predicadores y políticos, basta recordar la alianza ultraconservadora de los hermanos Cayo Leonidas y Sotero Peñuela, nacidos en Soata, el primero sacerdote y el otro político. Sotero afirmaba que era "la política liberal, anticristiana y liberticida, la que se metía con la Iglesia con el ánimo de destruirla". Justificaba la reacción de la iglesia, pues al hacerlo "defendía los derechos de la sociedad religiosa a la que pertenecían todos los bautizados".
La Iglesia católica fue desandando esta historia y hoy, a pesar de lo borroso de las fronteras viene desligando religión y política. A medida que el conflicto rojo- azul desvanecía, la iglesia también fue rompiendo gradualmente sus lazos con los partidos políticos y hoy con menos fuerza su voz se escucha en el escenario político. Así como reivindica la paz, los derechos humanos y la solidaridad también discrimina a quienes defienden las banderas de los derechos a la libertad e integridad sexual, por ejemplo. Desde luego en un abanico de posturas, donde residen concepciones tradicionales y modernas.
Por su parte las religiones protestantes en Colombia toman fuerza después de la segunda mitad del siglo XX, no sin antes haber resistido una de las mayores estigmatizaciones y discriminaciones por parte de la Iglesia católica y sectores políticos. En 1951, la Conferencia Episcopal reitera solicitud realizada en 1944 de crear Comités antiprotestantes en cada circunscripción eclesiástica. Los cuales tenían entre sus “tareas la elaboración de boletines y hojas volantes, el énfasis en el catecismo, el culto del Santísimo y de la Virgen, las jornadas de oración… Pero también realizar el censo de personas protestantes en cada población”. Monseñor Iván Cadavid, en 1952, afirma que “es el liberalismo el que patrocina el protestantismo, la masonería y el comunismo”. En febrero de 1953, Monseñor Builes expresa “El segundo mal gravísimo es el del protestantismo, que prosigue furioso en su lucha esforzada por arrebatarnos la fe y con ella nuestra nacionalidad, nuestra libertad, nuestra independencia”. Estos discursos fueron dando paso a la violencia, pues varios protestantes murieron bajo el estigma de liberal- protestante y sus templos destruidos, en la denominada violencia de mediados del siglo pasado.
Las iglesias protestantes continuaron proliferando en gran cantidad de matices, concepciones y prácticas. De igual manera conforman alianzas político - religiosas basadas en la lealtad y ante todo en la fidelidad religiosa. Partidos confesionales que se convierten en un reto para América Latina, pues innegablemente su participación está cambiando los mapas políticos. Quienes desertan del catolicismo encuentran una gran oferta de iglesias, dentro de las cuales las que más tienen auge son las similares al catolicismo donde se destaca “el protestantismo evangélico y pentecostal: cerca del 15 por ciento de la población colombiana ya se autodefine como cristianos”, afirma el sociólogo William Mauricio Bernal. Desde luego estas iglesias van creciendo y al lado de ellas grandes emporios económicos, como la misma iglesia católica. Tema donde el movimiento MIRA está en el ojo del huracán, pero más allá es la discusión sobre las exenciones de impuestos que van en contravía de la equidad y justicia.
Ahora las prácticas de estas iglesias son las que generan el rechazo, pues muchas de ellas son excluyentes. De igual manera, incluidas la iglesia católica, dejan entrever un ejercicio arrogante y antidemocrático del poder. En nombre de Dios discriminan y afectan libertades y derechos de sus feligreses, quienes ante la autoridad divina solo atinan a obedecer. A pesar de ser una discusión que se da dentro del ámbito de la iglesia y sus creencias, de todas maneras la afectación de derechos fundamentales vuelve el hecho objeto de lo público y por ende de la regulación Estatal.
El debate al MIRA, la triada religión-política y discriminación hace que los actores políticos y religiosos busquen sobre el desprestigio de este movimiento alcanzar réditos de orden político y religioso. El crecimiento electoral del MIRA afecta intereses de los partidos políticos indudablemente, así como se vuelve en la oportunidad de ciertos sectores preocupados por el crecimiento del protestantismo para doblegar esta tendencia. Esos son los riesgos de combinar política y religión.
Somos un país que históricamente bajo la relación iglesia- Política ha discriminado, afectando libertades y derechos de los ciudadanos. Peor, las disputas religioso políticas solo sembraron muerte y desolación en la larga historia de guerras partidistas en el país y hoy algunas prácticas religiosas son realmente excluyentes, afectando derechos humanos y principios fundamentales. Nada sencillo el tema, pues inmersa están las inagotables discusiones morales, éticas, de derecho y de justicia y sus distintas cosmovisiones, que también deben ser respetadas. Lo criticables es que difundan el amor a Dios pero practican un odio hacia prójimo.