Desconcertados ante el ataque de ácido a mujeres, que cada vez con mayor frecuencia se presentan, solo atinamos a expresar nuestra rabia con un asombroso y a la vez sosegada pregunta ¿porque nosotros? El interrogante conduce a lo que somos y a lo que como sociedad hemos construido.
Somos una sociedad con patrones culturales basados en la supremacía del hombre que conduce a generar escenarios donde los agresores legitiman sus acciones sobre concepciones de pertenencia, dominio y control hacia la mujer. Se erigen como orientadores de la voluntad de la mujer “per se”, y desde allí las más ignominiosa de las causas se vuelve justa. Por ello es muy fácil caer en la simplista explicación del motivo pasional. Como afirman los psicólogos, el amor obsesivo y el miedo caminan de la mano. Entonces la sensación de miedo a ser abandonado, miedo a ser excluido, miedo a perder lo amado, se apoderan de los seres humanos. El problema surge porque esta situación desencadena, en ocasiones, en la violencia manifestada a través de los hechos que hoy lamenta Colombia.
Pero en el trasfondo hay una red de relaciones de violencia que se anidan en la familia y en la sociedad, y que sin justificar, explican estos hechos. La familia, el escenario de socialización por excelencia en Colombia es el lugar donde germina la violencia. Hacemos del hogar el campo de batalla, de la discordia y el medio a través del cual nuestros niños y jóvenes transitan los primeros pasos hacia la violencia. Por ello urge un esfuerzo interinstitucional para forjar familias constructoras de la paz y la tolerancia y no de la brutalidad, como ocurre hoy. Las cifras de violencia intrafamiliar, caso Boyacá, no dan tregua en su crecimiento y hoy somos el cuarto departamento en violencia de este género.
Que decir de una sociedad con una presencia recurrente del feminicidio, que arrastra y obliga a mujeres al campo de batalla y allí son objeto de la degradación; o de la violencia urbana, organizada y en general de todas manifestaciones donde la mujer se convierte en instrumento, su cuerpo en espacio de violaciones y su dignidad en silencio. Esa es la sociedad que construimos, entonces ¿porque tanto asombro pasivo y no pasar a una ira activa?
POR: JACINTO PINEDA JIMÉNEZ, COORDINADOR ACADÉMICO TERRITORIAL, ESAP BOYACÁ CASANARE
este articulo es muy profundo, realmente me ha gustado, es muy realista, estamos en una sociedad en donde los objetos son tratados con mas valor que la vida misma de los seres humanos. El dinero, el poder , el egoísmo y otras dimensiones oscuras que manipulan el ser humano generan violencia y lamentablemente estamos en medio de la ideología del que es mas fuerte es el que sobrevive
ResponderEliminar